La trampa de las expectativas


En numerosas ocasiones solo nos permitimos a nosotros mismos ser felices cuando logramos un objetivo, el problema es que a veces ese objetivo lo alcanzamos e inmediatamente lo sustituimos por otro, y empezamos de nuevo la búsqueda de la felicidad mirando hacia el futuro. Es bueno tener motivaciones, pero ¿no se nos olvida algo importante? Por ejemplo, disfrutar del camino donde pasamos la mayor parte del tiempo.

¿Estamos disfrutando de la vida ahora mismo? ¿O lo haremos cuando encontremos un trabajo mejor, una nueva pareja, cuando ganemos más dinero, cuando nos compremos una casa, cuando tengamos un hijo, etc.?

Demasiadas veces tendemos a vivir en un estado de insatisfacción permanente. Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio que la estabilidad se valora negativamente.

Soy una gran defensora de los cambios, pero la estabilidad personal, familiar y profesional no es negativa, sino todo lo contrario. Debemos fijarnos objetivos y metas, centrarnos en ellas para trabajar y desarrollarnos pero sin olvidar nuestra felicidad cada día y manejar bien las expectativas que tenemos sobre cómo será nuestro futuro.

Nada resulta como esperamos cuando lo conseguimos, las expectativas pueden ser una trampa muy peligrosa.

Se conoce como expectativa (palabra derivada del latín exspectātum, que significa “mirado” o “visto”) a la esperanza, probabilidad o posibilidad de conseguir una cosa o cumplir un determinado propósito.

Las expectativas dependen en gran medida de la percepción que tenemos sobre nosotros mismos. Si consideramos que contamos con la capacidad necesaria para lograr determinado objetivo nuestras expectativas serán altas. No obstante, nuestras expectativas no son equivalentes al resultado final y cuanto más ansiamos conseguir algo, más podemos frustramos si no lo logramos.

¿Qué ocurre cuando la insatisfacción se apodera de nosotros? ¿Por qué siempre anhelamos lo que no tenemos?

Cuando no somos capaces de alegrarnos por lo que hemos logrado y nos fijamos solo en los objetivos que aún no hemos alcanzado,  nos obsesionamos con lo que nos falta y nada nos satisface.

Son las personas con poca tolerancia a la frustración, con exceso desmedido de exigencia, o con una percepción de la realidad distorsionada, como le ocurría a Madame Bovary, las que más riesgo tienen de sufrir de insatisfacción crónica.

En 1902 el filósofo francés Jules de Gaultier publicó un libro titulado Le Bovarysme, en el que exponía su tesis a partir de la lectura que hizo la novela de Flaubert, Madame Bovary (1857).

Impresionado por el retrato psicológico que realizó el autor sobre el personaje de Emma Bovary, Gaultier definió el bovarismo como el poder del ser humano para concebirse otro del que es, creándose una personalidad ficticia.
Se entiende por bovarismo el estado de insatisfacción crónica de una persona, en planos afectivos y sociales, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas.

El carácter bovarista es incapaz de apreciar lo que tiene delante: las cosas pequeñas y sencillas, los detalles, los matices y el entorno.

Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es desesperante.” Byron Katie

Nos esforzamos permanentemente en ajustar el mundo a nuestros pensamientos de cómo “debería” ser, en lugar de adaptarnos nosotros a las situaciones. Es ridículo este desgaste de energía que no conduce a nada, excepto a la frustración.


Debemos aprender a desarrollar nuestra capacidad de aceptación, auto descubrimiento, gratitud y flexibilidad para poder ser felices y disfrutar de cada día.

Gestionemos nuestra motivación al logro y nuestras expectativas pero sobre todo, aprendamos a disfrutar del camino.

 “Cuando sueltas las expectativas eres libre para disfrutar las cosas por lo que son, en vez de frustrarte por lo que crees que deberían ser”.
                                                                                                                  Mandie Hale