¿Procesos de selección o pruebas de casting?


Parece suficientemente extendido que el concepto de belleza es algo subjetivo así como que el hecho de que los cánones de belleza van evolucionando a lo largo del tiempo y dependiendo del tipo de cultura.

La belleza está asociada a la hermosura. Se trata de una apreciación subjetiva: lo que es bello para una persona, puede no serlo para otra. La descripción de una persona como físicamente atractiva se suele basar en una combinación de belleza interior (elegancia, encanto, inteligencia, personalidad, simpatía...) y belleza exterior (aspecto físico). ¿Pero qué relación puede tener la belleza con las competencias para desempeñar un puesto de trabajo?

 
Se define como lookism o discriminación estética cuando una persona es tratada de forma inferior porque su imagen personal no encaja con el ideal de belleza establecido en la sociedad en la que vive. Esto incluye peso, color de piel, estatura, figura, rostro, transición en cambio de sexo, etc.

Este término nació en los años 70 en Estados Unidos. Lo utilizó el diario Washington Post al comunicar una noticia referente a la defensa de derechos humanos por las personas de tallas grandes.

 


 

 
La discriminación estética en los procesos de selección siempre ha existido pero parece que vamos acostumbrándonos a que sea algo cada vez más habitual.

¿Cuándo hemos empezado a cambiar el requisito de “buena presencia” en las entrevistas de selección por el de “casting de belleza”?

 

“Las personas con una desventaja estética tienen una vida mucho más difícil: se les exige más y se les reconoce menos”.

Juan San Andrés

 
El pasado mes de septiembre se publicaba la noticia de que Air India despediría a 125 empleados por sobrepeso. La compañía argumentaba que a menor masa corporal de sus trabajadores más dinero ahorraba en combustible, de manera que les ofreció 18 meses para bajar de peso.

Me pregunto si los directivos de Air Indica han reflexionado además de qué trabajadores tienen algún kilo de más, quién de estas personas es excepcional en la realización de sus tareas. ¿Realiza esta misma compañía aérea evaluaciones de desempeño para calcular el coste económico que tiene tratar mal a un cliente? ¿O se queda solo con cuántos kilos pesan sus empleados?

Veremos con el tiempo si les sale más rentable ahorrar en combustible con trabajadores en peso ideal o pagar readmisiones y costes judiciales.

 

Pero, ¿nos pueden despedir por ser físicamente poco agraciados o por tener sobrepeso?
Las estadísticas afirman que tienen más posibilidades de sufrir discriminación laboral las personas que no responden a los cánones de belleza y reciben un menor salario, pero paradójicamente, ser muy atractivo también puede ser causa de despido. Demencial, ¿no?

 
Ya vivimos una enorme falta de igualdad de oportunidades en el acceso al empleo por razones de género, etnia, religión, edad, discapacidad… ¿Tenemos que sufrir además que algunas empresas utilicen criterios de aspecto físico para contratar y gestionar equipos?

 
“Se estima que a una persona con sobrepeso le cuesta cuatro veces más conseguir empleo que a una persona en un peso socialmente aceptable”.

ONG Healthy at Every Size

 
 
Desde el punto de vista legislativo, no contratar, despedir, impedir un ascenso o establecer condiciones de empleo dependiendo de la apariencia física vulneran los derechos fundamentales a la dignidad y a la propia imagen, pero ¿cómo se puede probar que la decisión de la empresa se debe a estos motivos? A no ser como que se haga de manera explícita, como en el caso de Air India, sería imposible.

En España, el artículo 14 y el 18 de la constitución contempla derechos fundamentales relacionados con este tema:

“Todos los españoles somos iguales ante la ley, sin que pueda haber discriminación alguna por cualquier condición o circunstancia personal o social.”

“Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”

A pesar de todo, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la comunidad valenciana del 9 de mayo de 2012 dictaminaba que los despidos motivados por la obesidad del empleado no son nulos, sino improcedentes. De esta manera no se entiende como un motivo de discriminación el despido por dicha causa.

 
Estoy de acuerdo con que hay profesiones en las que la imagen tiene gran importancia, como puede ser la de modelo, pero son la minoría. No concibo un mundo en el que solo tengan cabida las personas que cuenten con belleza exterior y unas medidas físicas casi perfectas para los estándares de la sociedad.

El aspecto externo de un profesional puede llegar a ser relevante para su trabajo, sobre todo en puestos donde el contacto con el cliente es clave, pero por favor no confundamos una buena presencia física con condiciones de belleza.

No es sorprendente encontrar en los contratos cláusulas sobre el aspecto físico. ¿Otorga la belleza un plus en el mercado laboral? ¿El capital erótico facilita el acceso a puestos de poder?
 
El juzgar el aspecto físico de una persona que opta a un puesto de trabajo es algo absolutamente discrecional y arbitrario y no guarda ninguna relación con sus aptitudes, talento y capacidades para desempeñar un futuro puesto de trabajo.

 
Contra la discriminación estética, RRHH de la mano de la alta dirección de la empresa debe:

-          Trabajar en planes de igualdad  y diversidad para evitar cualquier tipo de discriminación en la empresa, no tolerando actitudes que la fomenten.

-          Recordar no confundir la higiene y una presencia cuidada con la belleza.

-          Poner el foco en el talento de las personas, en su capacidad de trabajo y compromiso, no en su estética.

-          Dejar que la presión social sobre el aspecto físico no traspase las puertas de la organización mediante una cultura abierta, inclusiva y que valore la heterogeneidad como valor diferencial.

 
Las empresas deben grabarse a fuego en su política de gestión de personas y demostrar cada día que el talento y el desempeño no están relacionados con los kilos, la belleza y el atractivo.

 

"El prejuicio es hijo de la ignorancia."
                                                                              William Hazlitt
 


La trampa de las expectativas


En numerosas ocasiones solo nos permitimos a nosotros mismos ser felices cuando logramos un objetivo, el problema es que a veces ese objetivo lo alcanzamos e inmediatamente lo sustituimos por otro, y empezamos de nuevo la búsqueda de la felicidad mirando hacia el futuro. Es bueno tener motivaciones, pero ¿no se nos olvida algo importante? Por ejemplo, disfrutar del camino donde pasamos la mayor parte del tiempo.

¿Estamos disfrutando de la vida ahora mismo? ¿O lo haremos cuando encontremos un trabajo mejor, una nueva pareja, cuando ganemos más dinero, cuando nos compremos una casa, cuando tengamos un hijo, etc.?

Demasiadas veces tendemos a vivir en un estado de insatisfacción permanente. Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio que la estabilidad se valora negativamente.

Soy una gran defensora de los cambios, pero la estabilidad personal, familiar y profesional no es negativa, sino todo lo contrario. Debemos fijarnos objetivos y metas, centrarnos en ellas para trabajar y desarrollarnos pero sin olvidar nuestra felicidad cada día y manejar bien las expectativas que tenemos sobre cómo será nuestro futuro.

Nada resulta como esperamos cuando lo conseguimos, las expectativas pueden ser una trampa muy peligrosa.

Se conoce como expectativa (palabra derivada del latín exspectātum, que significa “mirado” o “visto”) a la esperanza, probabilidad o posibilidad de conseguir una cosa o cumplir un determinado propósito.

Las expectativas dependen en gran medida de la percepción que tenemos sobre nosotros mismos. Si consideramos que contamos con la capacidad necesaria para lograr determinado objetivo nuestras expectativas serán altas. No obstante, nuestras expectativas no son equivalentes al resultado final y cuanto más ansiamos conseguir algo, más podemos frustramos si no lo logramos.

¿Qué ocurre cuando la insatisfacción se apodera de nosotros? ¿Por qué siempre anhelamos lo que no tenemos?

Cuando no somos capaces de alegrarnos por lo que hemos logrado y nos fijamos solo en los objetivos que aún no hemos alcanzado,  nos obsesionamos con lo que nos falta y nada nos satisface.

Son las personas con poca tolerancia a la frustración, con exceso desmedido de exigencia, o con una percepción de la realidad distorsionada, como le ocurría a Madame Bovary, las que más riesgo tienen de sufrir de insatisfacción crónica.

En 1902 el filósofo francés Jules de Gaultier publicó un libro titulado Le Bovarysme, en el que exponía su tesis a partir de la lectura que hizo la novela de Flaubert, Madame Bovary (1857).

Impresionado por el retrato psicológico que realizó el autor sobre el personaje de Emma Bovary, Gaultier definió el bovarismo como el poder del ser humano para concebirse otro del que es, creándose una personalidad ficticia.
Se entiende por bovarismo el estado de insatisfacción crónica de una persona, en planos afectivos y sociales, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas.

El carácter bovarista es incapaz de apreciar lo que tiene delante: las cosas pequeñas y sencillas, los detalles, los matices y el entorno.

Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es desesperante.” Byron Katie

Nos esforzamos permanentemente en ajustar el mundo a nuestros pensamientos de cómo “debería” ser, en lugar de adaptarnos nosotros a las situaciones. Es ridículo este desgaste de energía que no conduce a nada, excepto a la frustración.


Debemos aprender a desarrollar nuestra capacidad de aceptación, auto descubrimiento, gratitud y flexibilidad para poder ser felices y disfrutar de cada día.

Gestionemos nuestra motivación al logro y nuestras expectativas pero sobre todo, aprendamos a disfrutar del camino.

 “Cuando sueltas las expectativas eres libre para disfrutar las cosas por lo que son, en vez de frustrarte por lo que crees que deberían ser”.
                                                                                                                  Mandie Hale


EL MIEDO A BRILLAR Y EL SÍNDROME DE SOLOMON


Desde que estudié en la universidad psicología social, el resultado de los experimentos que se han realizado en este campo siempre me ha impactado y me ha hecho reflexionar mucho acerca de la naturaleza del ser humano y su comportamiento.  

El primer experimento en psicología social lo realizó Norman Triplett en 1897, quien consiguió demostrar que la velocidad de los ciclistas era mayor cuando competían con otros que cuando estaban solos. Parece que somos competitivos por naturaleza, interesante, ¿verdad?

Maximilien Ringelmann, ingeniero agrónomo francés (1861-1931), estaba interesado en conocer las circunstancias en que el hombre ofrecía el máximo rendimiento, por lo que realizó un experimento físico para medir la diferencia entre el esfuerzo en solitario y el esfuerzo colectivo, haciendo que una serie de individuos y grupos tirasen de una cuerda conectada a un extensómetro. La conclusión a la que llegó Ringelmann es que cuando aumenta el número de personas para realizar una tarea, disminuye el esfuerzo individual.

Tal vez ahora te expliques muchas cosas de los grupos de trabajo y la productividad.

A partir de entonces, se ha escrito e investigado ampliamente sobre el efecto Ringelmann, posteriormente incluso se ha creado el término Holgazanería Social (Social Loafing).

 
Pero hoy quiero escribir sobre otro fenómeno social que me preocupa últimamente: el Síndrome de Solomon.

Gracias al trabajo del psicólogo estadounidense Solomon Asch y a su famoso experimento de Asch podemos ponerle nombre a un fenómeno que desafortunadamente sucede cada día en los colegios, en las empresas, en los grupos de amigos,…

 
El Síndrome de Solomon define el fenómeno a través del cual, la presión social nos lleva a decir y hacer cosas ajenas a nuestra voluntad por el deseo de ser aceptados en el grupo y en especial por miedo. ¿Miedo a qué? A destacar, a ser diferentes a los demás, a la crítica, al rechazo, a la envidia, a no ser aceptados, al ridículo.

Hablar del Síndrome de Solomon es hablar de la presión que ejerce el grupo social sobre quienes sobresalen por su talento, esfuerzo, conocimientos, aspecto físico, valores, inteligencia, resultados, etc.

Somos capaces de defender en voz alta y delante de los demás, argumentos opuestos a nuestras propias percepciones y creencias simplemente porque otros lo han hecho antes, porque se espera de nosotros que lo hagamos o porque queremos integrarnos en el grupo.

“La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría”.
                                                                                         Solomon Asch

                                                
¿Pero por qué motivo alguien preferiría no destacar en algún campo en el que es bueno? Pues por no despertar envidias, por pasar desapercibido, por timidez, por problemas de autoestima, por miedo a aguantar críticas…

El miedo que se esconde por la posibilidad de ser criticados es el mismo miedo que nos impedirá alcanzar el éxito.

¿Cuántos de nosotros evitamos llamar la atención por temor a que nuestras virtudes y nuestros logros molesten a los demás?
¿Acaso no creemos en demasiadas ocasiones que nuestro valor como personas depende de cómo nos vean los demás?
¿Qué tipo de sociedad condena el talento y el éxito ajeno?

Me encanta la fábula de la luciérnaga y el sapo de Juan Eugenio Hartzenbusch porque de una manera muy sencilla y didáctica es capaz de describir cómo la envidia por lo que hace diferente y especial al otro llega al extremo de querer acabar con él:
 
En el silencio de la noche oscura
sale de la espesura
incauta la luciérnaga modesta,
y su templado brillo
luce en la oscuridad el gusanillo.
Un sapo vil, a quien la luz enoja,
tiro traidor le asesta,
y de su boca inmunda
la saliva mortífera le arroja.
La luciérnaga dijo moribunda:
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras.

 
Qué pena que haya personas que estén en este mundo sin querer dejar brillar su luz por miedo a que aparezca algún sapo como en la fábula, con lo bonito que sería ver el resplandor de muchas luciérnagas brillando en el cielo.

Apagar nuestro destello porque creemos que de este modo encajaremos mejor  en la sociedad es el peor error que podemos cometer.

No podemos sentirnos mal por ser nosotros mismos y mucho menos por desarrollar todo nuestro potencial, es nuestro deber crecer personal y profesionalmente hasta el máximo y ayudar a los demás a hacerlo.

En el mundo de la empresa nos encontraremos muy a menudo con compañeros y con jefes que son felices fomentando el Síndrome de Solomon. Son sapos disfrazados que disimuladamente van escupiendo a todas las luciérnagas que molestan con su brillo.
Detrás de todas estas conductas se esconde una vieja conocida: la envidia.


Para Aristóteles, la envidia se experimenta sobre todo en relación con personas con las cuales se puede entrar en competencia, aquellas que percibimos que están situadas de alguna manera en nuestro mismo nivel y por lo tanto suponen una amenaza: “Envidiamos a las personas cercanas en el tiempo, el espacio, la edad o la reputación (…) y a aquellas de las cuales somos rivales.”

Me resulta muy curioso el control psicológico-social que el mito de la diosa Némesis ejercía sobre el pueblo griego. Allí donde Némesis se encontraba, había envidia y represalia, y surgían los desacuerdos más terribles. Vigilaba, además, porque la justicia de los dioses se cumpliera con todo detalle entre los mortales. Estos nunca podrían sobrepasarse en sus atribuciones y, si lo hacían, Némesis se encargaba de infligirles un severo castigo. La mediocridad pasó a ser la norma general para no caer en las garras de la Némesis. La mejor manera de evitar ser castigado por la Némesis era no sobresalir. No en vano, la equivalente romana de Némesis es, en gran parte de sus funciones, Envidia.
Parece que evitar que los demás destaquen no es nada nuevo...

El síndrome de Solomon saca el verdadero lado oscuro de la condición humana, para luchar contra él nada mejor que:

- Luchar contra la conformidad.

- Buscar nuestra identidad, lo que nos hace únicos, diferentes.

- Trabajar en nuestra autoestima, en nuestra inteligencia emocional.

- Reconocer y celebrar el talento y el éxito ajenos.

- Superar el miedo y dejar salir nuestro brillo.

Sé que hay demasiados sapos en el mundo de la empresa, pero estoy convencida de que mis queridas luciérnagas cada vez serán más numerosas y se atreverán a brillar con más intensidad.
 

“Nuestro miedo más profundo no es no ser capaces.
Nuestro miedo más profundo es que somos enormemente poderosos.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos, quién soy yo para ser brillante, atractivo, talentoso, fabuloso.
El disminuirse no le sirve al mundo.
No hay nada de sabiduría en encogerse para que otros no se sientan inseguros cerca de uno.
Estamos predestinados a brillar, como los niños lo hacen.
Y cuando dejamos que nuestra luz brille, inconscientemente permitimos que otros hagan lo mismo.
Al liberarnos de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a otros.”

 
Marianne Williamson
 
 

 

 

Mi cuello no tiene color


Mi cuello no es azul.
Mi cuello no es blanco.
Simplemente mi cuello no tiene color.

Somos diferentes, todos somos distintos y quienes gestionan personas no deben obviar esta realidad.

 
Nunca me han gustado las etiquetas pero desde que empecé a trabajar en el sector industrial he descubierto una nueva que me desagrada bastante, la distinción entre “blue collar” y “white collar”.

El término blue collar (o cuello azul) empezó a utilizarse a principios del siglo XX para referirse a los trabajos manuales en las plantas de acero. Y "white collar"  para hacer referencia a los trabajadores de oficina de los países de Europa y América que casi siempre tenían que vestir con camisas de cuello blanco. Tradicionalmente se ha entendido que los puestos de “white collar” son generalmente de mayor prestigio profesional, ya que requieren mayor cualificación y el desempeño de habilidades mentales.

Con la etiqueta “blue collar” se ha designado tradicionalmente a los trabajadores que se sitúan en la parte más baja del organigrama de las empresas, generando un gran contraste con los “white collar”, término que generalmente engloba a directivos, mandos intermedios y personal técnico o administrativo.
Hablar de personas implica hablar de la diversidad que cada una de ellas aporta, no solo con las características visibles de las mismas sino, sobre todo, con sus diferencias más invisibles de valores, asunciones, creencias y formas de pensar, interpretar la realidad y actuar.

En todas las empresas, independientemente del sector,  existe diversidad de edad, cultura, religión, género, etnia, orientación sexual, idiomas, generación, etc.
¿Acaso importa de qué color sea el cuello de la ropa que se vista?

Trabajo en una empresa al lado de más de 150 personas y sus cuellos tampoco tienen color, sí lo tienen sus sueños y esperanzas, pero no sus cuellos.

Trabajo en una industria donde cada persona, a su manera, colabora en el proceso de transformación de una materia prima en algo increíblemente perfecto, en la distribución y en la comercialización de ese producto, eso es lo único que importa.

En el momento actual las empresas deberían prepararse para afrontar una era con nuevas reglas de juego, con diferentes retos, a la vez que refuerzan y transforman sus culturas organizativas en culturas de alto rendimiento. El alto desempeño y la diferenciación son la clave. Gestionar a un grupo diverso y de gente muy creativa es el mayor reto.

Gestionar la diversidad es conseguir que las diferentes visiones, pensamientos y formas de ser de las personas de la organización se conviertan en una ventaja competitiva. Supone entender la diversidad de todos y cada uno de los miembros que la componen como un valor añadido al negocio y convertirla en una ventaja competitiva.

Ninguna empresa puede ser innovadora con una reserva de talento homogénea, pensar en niveles de organigrama me parece ya tan obsoleto...

Es algo común a todos nosotros rechazar o no prestar la suficiente atención a aquello que no se corresponde con nuestras expectativas y con lo conocido. Cuando en nuestro contexto aparecen nuevas realidades tenemos dos opciones: dejarlas pasar o atenderlas y convertirlas en una oportunidad competitiva.

¿Cómo puedo construir un espacio empresarial donde la diferencia se rentabilice de forma que los trabajadores se sientan comprometidos profesionalmente y se logren mejores resultados?

No hay secreto ni fórmula magistral, tan solo trabajar en la confianza y el respeto. Respeto, ¡qué maravillosa palabra!  Respeto no significa temor y sumisión, teniendo en cuenta la etimología del término, respicere: mirar, es la capacidad de ver a una persona como es, tener conciencia de su individualidad única.

Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es.

Como reflexión de lo que deberíamos hacer todos los que tenemos equipos que gestionar, nuestra responsabilidad de animar a crecer a nuestros colaboradores, os dejo esta bella historia:

La mujer pájaro

"Hubo una vez una niña a la que le salieron alas. Brotaron de sus hombros y al principio eran rudimentarias. Pero crecieron rápidamente, y en muy poco tiempo tuvo alas de una medida considerable. La gente del vecindario estaba horrorizada.
- Se las tenéis que cortar- les decían a su madre y a su padre.
 
- ¿Por qué? - preguntaban.
 
 - Bueno, es evidente... – alegaba la gente.
 - No – dijo su madre, y sonó tan rotunda que al final se marcharon.
Pero unas semanas más tarde la gente regresó.
- Si no se las queréis cortar, al menos recortádselas.

- ¿Por qué? - quiso saber el padre.

- Bueno, al menos demuestra que estáis haciendo algo.

- No – contestaron ambos, y la gente se marchó.

Entonces aparecieron por tercera vez.
- Al menos en dos ocasiones nos habéis despachado - informaron a la madre y el padre -, pero pensad en esa niña.
¿Qué estáis haciendo con la pobrecita?
- Le estamos enseñando a volar."

 
Las personas diversas aportan puntos de vista diferentes para enfocar los problemas, generan alternativas distintas y ven oportunidades que pasan inadvertidas para los que son semejantes a ellos.
Ayudad a volar a quienes tengáis a vuestro lado y recordad que lo único que tiene color son nuestros sueños.
 

“La civilización es el progreso desde una homogeneidad indefinida e incoherente hacia una definida y coherente heterogeneidad.”

                                           Herbert Spencer

 

La gente que me gusta


Como escribió mi admirado Mario Benedetti:

“Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.
La gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor.
Me gusta la gente que con su energía contagia.
La gente que lucha contra adversidades….”

 
Esta es la gente que me gusta, las personas a las que admiro, los referentes de mi vida.
Afortunadamente es fácil identificarlos porque con su luz iluminan todo lo que les rodea.
Así conocí a Paloma el pasado 19 de marzo, bonito nombre para alguien que representa tantos valores y que brilla con luz propia.
 
Quiero desde aquí dar las gracias al equipo de Ideas en Femenino: Charo Moreno, Julia Crespo y Alejandro Durán, por invitarme a formar parte de vuestra familia en un entorno tan íntimo y personal, acompañada de mi querida amiga Remedios Miralles.
 
Gracias a mi CEO José Ángel Medina, no sólo por dejarme asistir sino por animarme a hacerlo desde el segundo siguiente en que le hablé de la jornada. Pocos directivos cederían tan generosamente el tiempo de sus equipos sin escatimar nada.
 
Y muy especialmente gracias a Paloma Gómez Díaz, por compartir su historia, por abrirse plenamente, por dejarme conocerla un poquito mejor, a su encantadora hija Lucía y a sus maravillosas compañeras de la Asociación Española contra el Cáncer en Málaga.

Paloma nos leyó en el evento #IeF11 esta carta que os reproduzco a continuación y durante unos minutos, las más de cincuenta personas que la escuchábamos ni siquiera respiramos, teníamos que contener el aliento con cada palabra que pronunciaba, compartimos la sensación de que el tiempo literalmente se paró.
 
Estas son las palabras con las que Paloma desnudó su alma y con pudor y timidez se atreve a compartirlas de nuevo desde este blog con el fin de dar a conocer el I Congreso Andaluz de pacientes con cáncer.
Gracias Paloma por dejar que tu carta puedan leerla más personas y por contagiar tus ganas de vivir, tu generosidad, tu fuerza y valentía:

 
                                                           Fuengirola, 14 de octubre 2003

Querido y odiado cáncer:

Aunque suene a paradoja, son dos sentimientos encontrados que hoy, al cumplir tres años de convivencia contigo, siento  a flor de piel.

Quisiera contarte lo que ha significado nuestra trayectoria y cuál ha sido la evolución de nuestra relación.

En un primer momento, al conocerte, intenté huir de ti, te temía, corría a esconderme e intenté ignorarte. Pero poco a poco invadiste mi vida y temporalmente lograste que ésta perdiera su sentido, y yo el control.
Todo lo que me rodeaba carecía de importancia y tú, pasaste a ser el centro de todo. Todo giraba en torno a ti. La situación comenzó a ser insostenible; ante mí se abría un mundo lleno de diagnósticos, protocolos, pruebas, etc. Un mundo que me absorbía y en el cual no entendía nada.

Fue pasando el tiempo. Tiempo, qué maravillosa palabra, qué gran compañero. Y un día sin premeditación alguna, dejé de huir. Me giré sobre mis propios pasos y te miré de frente. Tú, al sentir que ya no me dominabas, empezabas a hacerte cada vez más pequeño, hasta llegar a ser insignificante.

De pronto, empecé a sentir que mi vida volvía a cobrar sentido, pero no el sentido que tenía antes de conocerte y de ahí que te llame “querido cáncer”. La vida que se abría ante mí, era una vida plena en la que a ti te tenía de referencia y en la que gracias a esa referencia, era capaz de ver cosas ante las cuales, antes, era ciega.

Hoy soy capaz de ver las cosas que me pasaban desapercibidas y que me llenan plenamente.

Aprendí a bucear en el interior de las personas más allegadas a mí y valoré miles de detalles que era incapaz de ver. Por ejemplo “qué pedazo de marido tengo”, “cuánto valen mis amigos” y qué decir de mis hijos y mi familia.

Descubrí que era valiente. Yo, tan poquita cosa era valiente y fuerte. ¿Quién me lo iba a decir?

Sabía que tenía que convivir contigo, pero que si me enfrentaba a ti, te mantendría a raya y contigo a todos los fantasmas que son tus amigos: ansiedad, miedo, incertidumbre…

Me hiciste pensar en la película “Una mente maravillosa”, en la que el matemático y premio Nobel, Forbes Nash, que tenía una personalidad esquizofrénica paranoica, aprende a convivir con los personajes de su imaginación y consigue mantenerlos alejados de su vida real. Así es como yo te empecé a tratar.

Hoy gracias a ti he aprendido a gozar la vida. Sé lo que es vivir.

Gracias a ti, la vida no se me escapa entre los dedos, sino que me lleno las manos de ella.

Gracias a ti, he comprendido que la vida no es cantidad. Puedo  tener muchos años por delante y no apreciarla.

No sé cuántos años viviré: ¿uno, cinco, diez o cien? Lo que sí tengo claro, es que viva lo que viva, seré consciente de cada minuto y me recrearé en la vida.

No quiero que pienses, por esto que te digo, que no sé que estás al acecho, esperando mis momentos de flaqueza y que como oportunista que eres ese momento lo aprovecharás; pero también quiero que sepas que yo tengo el arma que ante ti mejor se puede esgrimir,  y ese arma es la vida. Una vida llena de coraje, humor y amor.

Se despide de ti una mujer a la que un día le arrebataste una parte de su ser y a cambio le diste otro sentido a su vida.

Adiós querido y odiado cáncer.

                                                       Paloma Gómez Díaz

                 Voluntaria testimonial de la Asociación Española Contra el Cáncer


Foto con Remedios Miralles, Paloma Gómez Díaz y compañeras de la Asociación Española contra el Cáncer de Málaga

 
Toda mi admiración para los seres de luz como Paloma, mi más absoluto apoyo al I Congreso Andaluz de pacientes con cáncer, espero que #caminamoscontigo sea trending topic en Andalucía y un millón de gracias a todas las personas que con la más absoluta generosidad donáis vuestro tiempo para ayudar a los demás.

 

“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento. Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...”

Walt Whitman





Cuando la vulnerabilidad te hace más fuerte

Las personas que me conocen muy bien saben que no he escrito en el blog desde hace mucho tiempo porque han sido unos meses complicados, pero aquí estoy otra vez: "año nuevo, vida nueva" y dispuesta a continuar compartiendo mis reflexiones con vosotros, quienes generosamente leéis con cariño cada post.

El año que acabamos de dejar atrás ha sido uno de los más intensos, difíciles y a la vez constructivos que he vivido últimamente.

He podido escribir el epílogo del libro #TufuturoEsHoy escrito por mis grandes amigos Francisco Alcaide y Laura Chica y prologado por otra gran amiga, Eva Collado Durán. Acompañarles en la presentación del libro en Madrid rodeada de tantas caras amigas, donde el cariño en la sala se palpaba en el ambiente fue todo un subidón de energía positiva.


Tras doce años arrastrando una amaxofobia por un accidente de tráfico cuando estaba embarazada de mi primer hijo, no sólo he conseguido volver a conducir, sino que en abril me compré un coche y ahora conduzco de una provincia a otra, por ciudad o por cualquier tipo de carretera secundaria o autovía, como si fuera lo más natural del mundo y lo hubiera hecho durante toda mi vida. Parece increíble, ¿verdad? Vosotros también podríais hacerlo, os lo aseguro.

He conseguido superar una depresión y salir de una organización donde el ambiente de la dirección que me rodeaba era excesivamente tóxico y empezar una nueva etapa profesional lejos de mi familia y de mi hogar, pero con mucha ilusión, porque supone un gran reto en mi carrera. Aunque echaré mucho de menos a los excelentes compañeros y amigos que me han acompañado en el camino hasta ahora.    

Y no me importa compartir todo esto con vosotros, es importante asumir los problemas cuando llegan para poder superarlos porque como dice el título del post: 
la vulnerabilidad nos hace más fuertes.

Nuestro estado de ánimo tiene mucho que ver con cómo nos relacionamos con las cosas, porque no podemos cambiar lo que nos pasa, pero sí la manera de reaccionar ante lo que nos ocurre.
Hemos de trabajar con nuestras posibilidades y oportunidades, no con nuestras limitaciones, así que cambiemos en nuestro lenguaje el concepto problema por el de oportunidad.

La mayoría de las veces nuestro peor enemigo está dentro de nosotros mismos. Los miedos suponen una gran barrera porque cuando nos asustamos no podemos desarrollar nuestras capacidades al cien por cien.


El miedo limita nuestra vida, bloquea nuestros recursos emocionales y sé bien de lo que hablo, porque he vivido dentro de una cárcel llamada fobia durante más de una década.

Todos tenemos talentos, fortalezas y energías dormidas en nuestro interior, pero a lo largo de nuestra vida nos cruzamos con demasiados asesinos de sueños, esperanzas e ilusiones.

Lo más importante es que en nuestro inconsciente hay dos grandes fuerzas: la que nos anula, aquella en la que residen todos nuestros pensamientos tóxicos y otra que está más oculta y es más difícil llegar, pero es la que nos ayuda a desarrollar nuestro potencial.

La verdadera talla de una persona se demuestra en los momentos más difíciles. Cuando la vida nos plantea un desafío sale lo mejor o lo peor de un ser humano.
Sacar lo mejor de nosotros es difícil pero es la única manera de influir en aquello que nos sucede y convertirnos en dueños de nuestro futuro.

Por supervivencia huimos de lo que nos produce dolor, miedo, tristeza, etc. pero el crecimiento personal tiene lugar cuando nos reencontramos con nuestras emociones en las situaciones que nos ponen a prueba.

Nuestro pasado NO predice nuestro futuro porque nuestro futuro lo creamos nosotros con cada decisión que tomamos hoy, ahora mismo.



Nos pueden arrebatar todo, pero jamás nos podrán quitar la libertad de elegir, elegir nuestra actitud, nuestro camino.

¿Por qué no aprovechamos este nuevo año para decirle adiós a nuestros miedos y convertirnos en los creadores de nuestro futuro? 
Yo ya lo he hecho. 
Nadie dijo que fuera fácil, pero la buena noticia es que no es imposible.



"Hay dos tipos de personas que te van a decir que tú no puedes aportar una diferencia a este mundo: aquellos que tienen miedo de intentarlo y aquellos que tienen miedo de que seas tú el que tenga éxito."


Ray Goforth